Muchos podrían pensar que tener una gran cantidad de recursos naturales es una bendición para un país, pero la realidad es que no siempre es así. De hecho, los expertos han acuñado el término ‘maldición de los recursos’ o ‘paradoja de la abundancia’ para referirse al fenómeno por el cual un país con abundancia en recursos naturales tiende a tener un menor desarrollo económico y social, en comparación con aquellos que tienen menos recursos.
¿Cómo se explica esta paradoja? ¿Qué consecuencias tiene para una economía en desarrollo? Estas son algunas de las preguntas que han intentado responder diferentes teorías y estudios sobre este tema, según recoge Bloomberg Línea.
La ‘enfermedad holandesa’ y sus efectos
Una de las teorías más conocidas sobre la ‘maldición de los recursos’ es la llamada ‘enfermedad holandesa’, que se refiere a los impactos negativos que puede tener para un país un aumento repentino y fuerte del ingreso de divisas, especialmente por la explotación de materias primas.
Este aumento puede deberse a descubrimientos inesperados de yacimientos de petróleo, gas o de algún mineral valioso, así como a una subida de los precios de las materias primas (como ocurrió con el inicio de la guerra de Rusia en Ucrania) o a un incremento en el volumen de exportaciones, según explicó Ángeles Sánchez Díez, del Departamento de Estructura Económica y Economía del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Madrid, para The Conversation.
Según esta teoría, este aumento puede causar tres efectos negativos en los países que sufren la ‘maldición de los recursos’:
- Efecto gasto: al apreciarse la moneda nacional, la economía pierde competitividad, lo que afecta negativamente a sus exportaciones tradicionales.
- Efecto asignación de recursos: los factores productivos –trabajo y capital– se trasladan a los sectores que se valorizan en el mercado nacional, principalmente el sector extractivo. Esto puede provocar una caída de los niveles de producción en los sectores tradicionales.
- Efecto derrame: la economía nacional puede terminar especializándose en actividades de exportación de materias primas, lo que la hace dependiente de los precios internacionales y la demanda externa.
“Los peores resultados de desarrollo, medidos en pobreza, desigualdad y privación, a menudo se encuentran en países con la mayor dotación de recursos naturales. En lugar de contribuir a la libertad, el crecimiento ampliamente compartido y la paz social, los ricos depósitos de petróleo y minerales a menudo han traído la tiranía, la miseria y la inseguridad a estas naciones”, escribió Cecilia Puertas, docente investigadora de la Escuela de Gestión Ambiental de la Universidad Internacional del Ecuador, al recopilar escritos de otros autores sobre la ‘maldición de los recursos’.
Cómo escapar de la trampa de la riqueza natural
No todos los países que tienen una gran cantidad de recursos naturales caen en la ‘maldición de los recursos’. Algunos, como Noruega y Australia, han sabido aprovechar su riqueza natural y desarrollar su economía, con políticas públicas, gestión de los recursos y una visión integral y sostenible de su explotación.
Así lo sostiene Eduardo Porter, columnista de Bloomberg Opinion, al señalar que uno de los factores que influye en la ‘paradoja de la abundancia’ es la volatilidad de los precios, que “complica la gestión macroeconómica en los países pobres que dependen de las materias primas, lo que fomenta políticas fiscales y monetarias procíclicas que acentúan los auges y las caídas”.
Además, las exportaciones de materias primas “elevan el tipo de cambio, perjudicando al sector manufacturero. Las bondades de los recursos naturales a menudo generan corrupción y debilitan la gobernabilidad”, escribió Porter, en su columna ‘Cómo América Latina puede romper con la maldición de los recursos’.
¿Qué se puede hacer al respecto?
“En síntesis, una economía está afectada por la enfermedad holandesa cuando la entrada masiva de divisas por la exportación de un recurso natural produce la apreciación de la moneda nacional, haciendo perder competitividad a los demás sectores de exportación (industria y agricultura) y poniendo en riesgo el crecimiento potencial a largo plazo”, escribió Sánchez Díez, quien también es Coordinadora del Grupo de Estudio de las Transformaciones de la Economía Mundial (Getem).
Entre las soluciones integrales a la ‘maldición de los recursos’, Sánchez Díez propone la regulación y la gobernanza, partiendo de que las economías en desarrollo deberían contar con instituciones políticas y jurídicas sólidamente establecidas y la existencia de marcos regulatorios internacionales, que “podría condicionar los efectos que provoca la explotación de los recursos en los países productores”.
Asimismo, sugiere una política cambiaria que evite la llegada masiva de divisas, una política monetaria y fiscal de naturaleza contracíclica, y “una política de renta que evite que el sector de los ‘commodities’ deje sin mano de obra al resto de las actividades económicas del país”.
Sobre la gobernanza, que parece ser un punto clave en este camino, Porter también añade: “Noruega y Australia son democracias que funcionan bien y que pueden reunir un consenso nacional sobre una estrategia para maximizar los beneficios sociales de sus riquezas naturales. Los países latinoamericanos no”.