Una reconversión donde se eliminan seis ceros a los billetes en Venezuela, como la ocurrida la semana pasada, es algo que ese país supera más rápido que un estornudo.
Hablamos de una población que ha visto cómo, en menos de un lustro, el uso del dólar se legaliza y expande de manera hegemónica, el peso colombiano se vuelve moneda corriente en estados enteros, el oro es una moneda de uso cotidiano en el sur del país y el Bolívar ha sufrido una hiperdevaluación que le incrementó, al menos en once, sus dígitos.
Los precios han subido de manera asombrosa desde al menos los últimos siete años, de los cuales tres se vivieron bajo hiperinflación.
Así, la gente en Venezuela está muy acostumbrada a la relación entre matemáticas y economía y sabe traducir rápidamente estos nuevos guarismos, sobre todo cuando en la última reconversión de mediados de 2018, algún técnico inteligente prefirió quitarle cinco ceros y no seis, como sería lo más rápidamente resoluble para la mente de cualquier comprador apurado.
Entonces, el cerebro del venezolano, entrenado por su economía, ha agarrado mucha experiencia en traducciones económicas y sabe resolver problemas matemáticos que involucran grandes cifras.
Rápida metabolización
Desde el primer momento que se activó la nueva demarcación de precios y cifras, una sencilla operación de quitar seis ceros se reflejó en las facturas de papel de cada compra. Se pasó, así, de largos números de difícil legibilidad a una cifra tan pequeña que parecíamos haber sido víctimas de un robo millonario. Pero al final, era un susto rápido: una comprensión efectiva y la costumbre de domeñar cifras ya se hizo parte del imaginario.
Hay que advertir que en el lenguaje económico-popular la devaluación no es tan pronunciada en tanto se ha venido ‘amortiguando’. Ya la gente, que conoce de devaluaciones radicales, en la comunicación cotidiana no le agrega ceros mientras avanza la inflación mes a mes, sino que siempre busca el número más sencillo.
Por ejemplo, el sueldo mínimo era de 10 millones de bolívares antes de la reconversión de la semana pasada, pero la gente decía “gano 10 mil”. Desde la reconversión monetaria podrá decir que gana 10 bolívares. También puede traducirse así: “Gano 2 dólares al mes” (cada dólar se cotiza ahora en 4,5 bolívares), y en el occidente venezolano lo traducirán en pesos colombianos. Todo con naturalidad y muy rápida traducción.
Es decir, el lenguaje ha incluido la reconversión en sus genes. Y seguramente lo seguirá haciendo.
El estornudo pasa rápidamente también, porque ya desde hace muchos meses, incluso desde el año pasado, la hiperdevaluación cedió a una devaluación que sigue siendo monstruosa en cualquier lugar del mundo, pero para un país que vivió una inflación que llegó a calcularse en miles, la situación macroeconómica actual luce, en comparación con 2015, 2016 y 2017, totalmente dentro de control.
Ciertamente, y es algo que deben explicar los economistas, la eliminación de los controles económicos y la liberación de precios, así como la libertad del dólar, cambiaron rápidamente el panorama económico, que desde 2020 ha venido estabilizándose. Todo ello en medio de las sanciones y la quiebra cada vez más pronunciada de la industria petrolera venezolana, cuya producción lleva ya nueve años en declive.
Estabilización económica
De un país que vivía en caída libre económica se pasó a uno que comienza un proceso de estabilización macroeconómica.
A cambio de esta estabilidad, el Estado venezolano prácticamente se extinguió, y no solo en lo referente al control o supervisión de la economía, sino también a las políticas sociales y al pago de los trabajadores públicos. De esta manera, todo el progreso social que significaban las prestaciones sociales, la caja de ahorro o las primas conquistadas históricamente desaparecieron de manera flagrante junto con el Bolívar ‘Fuerte’ (como se le llamó en la primera reconversión monetaria del 2008).
Sin embargo, el sector privado sí ha aumentado sus salarios y casi siempre paga en un mes lo que el Estado pagaría en uno o dos años de trabajo. Los trabajos informales y los oficios han recuperado sus ingresos mucho más rápidamente.
Por otro lado, el tema de la inflación ha venido cediendo. Aunque el FMI predice que este año llegará al 5.500 %, la realidad en la calle no marca eso, sino todo lo contrario, sobre todo si hacemos una comparación con años anteriores. Así, parece haber mucha mayor estabilidad en los precios, básicamente porque ahora en todos los lugares, hasta en las más pequeñas bodegas de barrios pobres, el marcaje de precios y la referencia general es en dólares, así que la cifra en bolívares cada vez tiene menos importancia.
La Cepal anuncia que espera que Venezuela crezca 1 % en 2022, después de ocho años de recesión marcada. En 2021, la contracción será de -4 %, según dice el ente, pero en comparación con el -25 % de 2019, se siente una vertiginosa mejoría económica, especialmente en los ingresos familiares.
Ya en abril, el FMI había reducido las estimaciones sobre la inflación.
Todo esto induce a pensar que esta reconversión de 2021 podría al menos tener mayor duración que la última que fue hace apenas tres años.
De resto, no se espera que la reconversión, cuyo objetivo principal es facilitar el trabajo matemático cotidiano, tenga algún otro efecto en la economía y mucho menos en la política.
Ociel Alí López. / Russia Today (RT).