Hace tres meses que Alejandro Ojeda* dejó su hogar en Cupo, un pequeño pueblo del centro-oriente de Venezuela. Su meta era llegar a Estados Unidos y solicitar el parole humanitario, un permiso temporal que les otorga el gobierno estadounidense a algunos migrantes venezolanos. Pero su viaje no fue fácil ni barato.
Tuvo que atravesar la selva de Darién, una zona selvática que separa a Colombia de Panamá, donde se enfrentó a todo tipo de peligros y extorsiones. Y cuando llegó a México, pensando que ya estaba cerca de su destino, recibió amenazas de muerte por parte de los coyotes, los guías ilegales que cobran por llevar a los migrantes hasta la frontera con Estados Unidos.
Alejandro no es el único que ha vivido esta odisea. Miles de venezolanos han optado por esta ruta migratoria en los últimos años, a pesar de los riesgos y las restricciones impuestas por los países involucrados. ¿Qué los motiva a emprender este camino? ¿Qué dificultades encuentran en el trayecto? ¿Qué opciones tienen para regularizar su situación? Estas son algunas de las preguntas que intentamos responder en este reportaje.
Una selva llena de obstáculos
La selva de Darién es considerada una de las zonas más inhóspitas del planeta. Tiene una extensión de unos 16.000 kilómetros cuadrados y alberga una gran biodiversidad, pero también una gran presencia de grupos armados ilegales, narcotraficantes y contrabandistas. Por eso, no hay carreteras ni infraestructura que conecten a Colombia con Panamá, lo que obliga a los migrantes a cruzarla a pie o en lancha.
Según datos del Servicio Nacional de Migración de Panamá, unas 248.000 personas cruzaron la selva de Darién en 2022, de las cuales un 61% eran de nacionalidad venezolana. Actualmente, según la información reportada por las autoridades, este año más de 270.000 personas han realizado este peligroso trayecto, siendo un 57% venezolanos.
Margarida Loureiro, representante adjunta de la Oficina Multipaís del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) en Panamá, consultada por Bloomberg Línea (BBL), explica que la mayoría de los venezolanos que eligen esta ruta lo hacen por la falta de oportunidades laborales, el acceso limitado a los alimentos y servicios médicos, y la inseguridad, amenazas o intimidación que sufren en su país.
Loureiro también señala los riesgos que implica el recorrido, que van desde las dificultades propias del terreno montañoso y los ríos con fuertes corrientes, hasta las amenazas tras hechos de fraude, como el caso de Alejandro. Y es que uno de cada tres venezolanos reportó a Acnur haber experimentado abuso o maltrato en la selva, amenazas e intimidación (34%), robos (19%) y abuso sexual (6%).
Un destino incierto
Pero los obstáculos no terminan al salir de la selva. Los migrantes deben seguir su camino por Centroamérica y México hasta llegar a la frontera con Estados Unidos, donde se encuentran con nuevas barreras legales y administrativas.
En octubre del año pasado, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) anunció una medida de expulsión, llevada a cabo bajo el Título 42, un decreto de salud pública que fue creado durante el gobierno de Donald Trump al principio de la pandemia por covid-19. Los venezolanos que ingresaran a ese país sin autorización serían devueltos a México.
La decisión estuvo acompañada de un programa que permitiría a 24.000 venezolanos ingresar a través de un proceso legal y seguro, en el que se demostrará el respaldo de un patrocinador en Estados Unidos que les brindará apoyo financiero. Hasta abril de este año, unos 32.000 venezolanos habían hecho uso de este parole humanitario, el que entrará en proceso de discusión en agosto sobre su continuidad.
“Solo el 8% de los venezolanos entrevistados durante 2023 reportó tener un pasaporte válido, una barrera significativa para que esta población pueda acceder a vías regulares como el Parole Humanitario de Estados Unidos”, agrega Loureiro en el contacto con BBL, sobre los otros obstáculos para esta población migrante, que sin embargo no hace mella.
Para la profesora Mirla Pérez, investigadora del Centro de Investigaciones Populares, esto refleja la presión económica que se mantiene en Venezuela, y que se ha agravado en los últimos meses.
“Estamos monitoreando grupos de migrantes que se están encontrando en Táchira para cruzar a Colombia y suman otros grupos más para salir a Estados Unidos por el Darién. Son grupos de entre 30 y 40 personas y a veces muchos más, de hasta 80. Eso significa que las razones que ha producido la migración forzosa se mantiene. Hay mucha pobreza, pocas oportunidades laborales”, dice en conversación con BBL.
Pérez también destaca cómo la cifra de fallecidos en este camino migratorio es comparada con las posibilidades de llegada por quienes lo emprenden. “Pueden haber condiciones adversas, pero la cuenta que sacan los migrantes es que son condiciones que pueden ser controladas. No es lanzarse al suicidio, es que hay una alta posibilidad de llegar al otro extremo vivo, claro, puede llegar con mucha dificultades”, agrega.
A juicio de la investigadora, el colapso migratorio en Suramérica refleja además un factor importante en la toma de estas decisiones. Por ello considera que realmente las acciones estructurales, en materia social y económica, incluso cambios de gobierno, son las que pueden frenar estos procesos vertiginosos.
“Las medidas tomadas por organismos internacionales resultan paliativas mientras tanto”, apunta.
*La identidad real del protagonista de esta historia fue reservada por medidas de seguridad.
Con información de BBL.