Un grupo de niños y jóvenes venezolanos, de entre 8 y 19 años, se prepara para participar por primera vez en una Olimpiada Mundial de Robótica. Su desafío es construir y programar robots que puedan simular el funcionamiento del Canal de Panamá.
Stefhanie Lúquez, de 16 años, nunca había tocado un robot antes. Ahora, junto con sus compañeros, intenta que su creación sea capaz de levantar y trasladar un contenedor hasta un barco. “Me quedo con esto”, dice entusiasmada.
Lúquez forma parte del equipo que aspira a representar a Venezuela en el mundial de robótica que se celebrará en Panamá, en noviembre. Pero antes debe superar las competencias locales que se realizan en el Centro de Innovación Educativa (Cied) de la Universidad Católica de Venezuela (Ucab).
En una sala llena de computadoras y piezas de plástico, los jóvenes ensayan una y otra vez con sus robots, diseñados con pequeños juguetes. Cada vez que su robot se sale del camino marcado en papel, Lúquez exclama “¡no!” y se lleva las manos a la cabeza. Pero no se rinde y sigue ajustando los detalles.
La Ucab ha sido la anfitriona y la facilitadora de estos torneos, que buscan impulsar la robótica y el desarrollo tecnológico en las escuelas venezolanas. La universidad ha proporcionado kits de robótica y computadoras a colegios sin recursos, para que puedan participar en esta iniciativa.
Un país que necesita soluciones
Venezuela nunca había participado en un mundial de este tipo, y los esfuerzos por fomentar la robótica en el sistema educativo han sido “aislados” o “particulares”.
La educación pública en este país sufre una crisis profunda, como muchos otros sectores. Muchas escuelas están en ruinas, sin agua corriente, electricidad o computadores. Incluso, algunas instituciones enfrentan la falta de maestros.
Assaf Yamin, consultor del Cied, señala que hace falta más voluntad política para impulsar estas materias dentro del sistema educativo.
“El hecho de que los chicos puedan construir un robot que resuelva cierta tarea, eso los empodera y los convierte en creadores de soluciones (…) y vivimos en un país que requiere de muchísimas soluciones”, insiste.
Uno de los compañeros de Lúquez no aparta la vista de las piezas que va ensamblando. “Hemos tenido problemas, pero nada es imposible”, dice optimista.
A su lado, Gerardo Urdaneta, de 16 años, maneja muy bien los términos y explica con seguridad cada proceso, pese a que hace dos meses no tenía idea de robótica.
“Hace dos meses llegué aquí como un novato. Me dijeron: ‘bueno, esto funciona así, asao, sancochado’. No entendía el ‘asado sancochado’, así que simplemente empecé a experimentar con mis compañeros, viendo qué hace cada cosa, cómo funciona el programa y qué podría hacer que el robot avance y haga las funciones que nosotros necesitamos que haga”.
Y aunque no ha logrado cumplir el reto, dice con orgullo: “este robot que hay aquí es básicamente resultado de bastante prueba y experimento”.
“El chasis lo construimos nosotros desde cero totalmente, y la garra costó bastante hacerla, pero se logró”, se felicita. “Todo esto es muy nuevo para mí”.
“Lo que necesitamos que logre el robot es que logre mover o movilizar el barco fácilmente hasta la zona de llegada que nos piden”, explica. “Tiene que moverse de manera precisa y rápida, por lo menos para lograr los desafíos que nos propone”.
Es el primer reto en el camino a Panamá, donde está el canal que hoy emulan a escala.
Con información de VOA.
