La Tierra en jaque: El Niño se retira, pero el calor sigue en juego

Imagen: Archivo.

El año 2023 ha estado marcado por temperaturas sin precedentes, en gran medida atribuibles al fenómeno de El Niño en el Pacífico. Sin embargo, este ciclo está dando paso a La Niña, su contraparte más fría, que no necesariamente se traduce en condiciones más favorables para la humanidad.

El Niño y La Niña constituyen las dos fases del fenómeno climático conocido como El Niño-Oscilación del Sur (Enso), que repercute en el clima global.

Durante el periodo 2015-16, un potente El Niño desencadenó un aumento récord en las temperaturas mundiales, sequías, inundaciones catastróficas, una serie de ciclones en el Pacífico y el blanqueamiento coralino más extenso registrado, entre otros eventos.

Aunque el El Niño de 2023-24 ha sido uno de los más fuertes documentados, no alcanzó la intensidad del evento de 2015-16. No obstante, sus impactos globales han sido preocupantes: doce meses consecutivos de temperaturas máximas a nivel mundial y temperaturas oceánicas en zonas inexploradas.

La devastación causada por este último El Niño, a pesar de su menor intensidad, se debe en parte a lo que se podría llamar “cambio climático”.

En términos generales, El Niño tiende a elevar la temperatura global, mientras que La Niña suele reducirla. No obstante, la temperatura basal del planeta es ahora 1,3° Celsius superior a la de la era preindustrial debido a la quema de combustibles fósiles, lo que potencia el impacto de El Niño.

El calentamiento global continuo también disminuye la probabilidad de que La Niña proporcione algún respiro significativo.

Persiste la posibilidad de que el año 2024 se convierta en el más cálido de la historia, incluso si se desarrolla bajo el influjo frío de La Niña.

“El fin de El Niño no significa una pausa en el cambio climático a largo plazo, ya que nuestro planeta seguirá calentándose debido a los gases de efecto invernadero que atrapan el calor”, expresó Ko Barrett, subsecretario general de la Organización Meteorológica Mundial (WMO), en una declaración reciente.

La amenaza latente de La Niña

La WMO ha observado que los últimos nueve años han sido los más calurosos registrados, a pesar de que varios transcurrieron bajo la influencia de La Niña.

De hecho, el patrón Enso ha estado en una fase neutral o de La Niña durante más de 17 de los últimos 30 años, lo que apenas ha logrado contener el ascenso constante de las temperaturas globales.

Además, las fases de La Niña tienden a incrementar la frecuencia de huracanes en el Atlántico al reducir la “cortante del viento”.

Con la emergencia de La Niña y las temperaturas oceánicas aún sorprendentemente altas, se anticipa una temporada de huracanes activa en el Atlántico.

Impacto climático y perspectivas futuras

La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica ha pronosticado hasta 25 tormentas nombradas y hasta 7 huracanes “importantes” para la temporada que se extiende del 1 de junio al 30 de noviembre.

En años recientes, las predicciones meteorológicas han tendido a subestimar la cantidad de tormentas, y el cambio climático, con sus aguas oceánicas más cálidas y niveles del mar elevados, ha intensificado la fuerza y destructividad de los huracanes.

Antes, El Niño y La Niña alternaban el clima global como si fuera un volante de bádminton. Ahora, con la intervención humana en el clima, estos fenómenos son aún más poderosos y destructivos, aunque en una escala temporal más amplia.

La buena noticia es que la humanidad tiene la capacidad de mitigar su impacto, alejándose de los combustibles fósiles y adaptándose a un clima cada vez más impredecible, independientemente de en qué lado de la red se encuentre el “birdie”.

Con información de Bloomberg Línea.

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