El Papa defendió que el bien común no puede ser nunca defendido “con la fuerza militar“, en su discurso dirigido a los participantes del Congreso Internacional Educar para la democracia en un mundo Fragmentado, promovido por la Fundación Pontificia Gravissimum Educationis que tiene lugar en la Universidad Lumsa de Roma del 17 al 19 de marzo.
De este modo, dejó claro que cualquier comunidad o nación que quiera “afirmarse con la fuerza” infringe un daño a las otras comunidades o naciones porque “se convierte en sembrador de injusticias, desigualdades y violencia”. Así, en referencia a la sangienta invasión rusa a Ucrania apreció: “Estamos viviendo un ejemplo muy feo cerca de nosotros”.
Además, denunció que el “secularismo radical” e “ideológico” deforma el espíritu democrático de forma “sutil” porque “elimina la dimensión trascedente” y acaba por anular cualquier forma de “apertura al diálogo” al tiempo que advirtió del “laicismo”.
“Cuando la laicidad se convierte en ideología, se transforma en laicismo, y esto acaba por envenenar las democracias”, defendió.
Francisco diferenció así “la laicidad sana” de un “laicismo envenenado” y pidió que frente a esta “degeneración” se aplique “el poder transformador de la educación”. Por ello, citó así algunos ejemplos de Universidades de todo el mundo que “han comenzado a capacitarse buscando más estrategias eficaces para transmitir los principios democráticos”.
De este modo, declaró que en las sociedades en las que se niega la existencia de una “verdad última” las ideas y creencias humanas pueden “explotarse fácilmente con fines de poder”.
En su alocución, instó a los profesores a alimentar en los jóvenes “la sed de la democracia”. “Se trata de ayudarles a entender y apreciar el valor de vivir en un sistema democrático, que siempre se puede mejorar, pero que tutelar la participación de los ciudadanos, la libertad de poder elegir, de actuar y de expresarse”, remarcó. Del mismo modo, instó a educar a los jóvenes a vivir “la autoridad como servicio”.
