Donald Trump ha vuelto a la política. Ha luchado por el control del Partido Republicano y lo ha conseguido, convirtiéndose poco a poco en una pesadilla para el presidente estadounidense, Joe Biden, rápidamente debilitado.
El final de su Gobierno (2017-2021) representó un hecho calamitoso para el Estado y la política estadounidense. En aquel momento, el asalto al Congreso, luego del desconocimiento del resultado electoral, minó la respetabilidad de las fuerzas del orden y la prestancia institucional se vino al suelo, en un acontecimiento que causó varias muertes.
La imagen del entonces presidente sufrió un terremoto debido a las acusaciones que recibió de la casi totalidad de los medios de comunicación y desde todos los sectores políticos, incluyendo de su propio partido y del Gobierno, ya que varios altos cargos renunciaron a sus puestos.
Trump se convirtió, así, en una especie de antilíder execrado de la política, además de censurado por las redes sociales, que eran su sustento comunicacional.
Ahora, cuando apenas ha pasado un año del 6-E, el republicano está sabiendo remontar la cuesta del regreso político.
Ya en febrero de 2021, el Senado lo había absuelto de su segundo ‘impeachment’. Y la comisión legislativa que investiga los hechos parece cada vez menos significativa, en la medida que el líder, que en su mandato aseguró para los conservadores un estable control sobre la Corte Suprema que le blinda, avanza políticamente.
Primer objetivo: control del Partido Republicano
Lo primero que ha hecho Trump, para asentar su estrategia, es controlar al Partido Republicano, algo que le ha salido muy bien, una vez que, después de los acontecimientos del Congreso, se hablaba de la posibilidad de una división en el partido entre trumpistas y antitrumpistas.
Pero no ha sido así. Por el contrario, el expresidente ha avanzado en hegemonizarlo de una manera muy rápida.
La semana pasada, el Comité Nacional Republicano (CNR), órgano ejecutivo del partido, amonestó a dos diputados de esa tolda por no plegarse al discurso de Trump en relación a lo ocurrido en el Capitolio y por formar parte de una comisión legislativa, liderada por los demócratas, que investiga los sucesos que dejaron cinco muertos y decenas de heridos.
Además, el CNR consideró dicha acción de toma del Congreso como un “discurso político legítimo”, lo que quiere decir que pliega al partido, de manera definitiva, a la narrativa trumpista.
No obstante, ha habido polémica a lo interno del partido. El veterano Mitch McConnell, líder republicano en el Senado, criticó la decisión del CNR y calificó de “insurrección violenta” el asalto al Congreso. También el que fuera su vicepresidente, Mike Pence, afirmó que Trump “está equivocado”, en relación a su interpretación sobre aquel momento.
Pero a pesar de estas voces, la hegemonía del exmandatario en el partido no parece estar en duda. Así como ya se ha quitado de encima a varios líderes republicanos históricos, podría hacer lo mismo con un pequeño puñado de congresistas que no le siguen su discurso del “robo electoral” que le habrían hecho en la pasadas elecciones.
Con esta decisión, el CNR confirma que el partido está dispuesto a pasar la página del asalto de aquel enero “lejano” y, con ello, concentrarse en arrebatarle el Congreso a Biden el próximo noviembre, en las elecciones de medio término en las que se debe renovar la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado para luego ir por la presidencia en 2024.
Trump, que este año cumple 76 años, se encuentra en perfecto estado de salud y su verborrea no se ha amilanado, por el contrario, ha defendido su visión sobre el 6-E y considera como víctimas a los asaltantes al Congreso que han sido judicializados.
Realmente, el republicano no se fue ni un segundo de la política estadounidense. El desconocimiento del resultado electoral de 2020 resultó no ser un acto senil de un hombre codicioso que no quería abandonar el poder. Ahora hay que leerlo como una estrategia para quedarse con el control del partido y el liderazgo de la oposición al actual gobierno. Algo que ha venido logrando.
Continúa el discurso apocalíptico
Este año, el magnate comenzó su actividad política en Arizona, desde donde fustigó a Biden con un discurso apocalíptico: “Se está yendo al infierno. Es un desastre. Tenemos que ser fuertes y recuperar nuestro país y nuestro futuro (…) pocos imaginaron que sería tal desastre (…) La inflación es la peor en 40 años. Las tiendas están vacías, no hay mercancía (…). Las calles de las ciudades demócratas están llenas de sangre y homicidios, hay cuatro veces más casos de Covid que antes”.
La estrategia de Trump para liderar la oposición al actual gobierno no se asienta solamente en la perpetuación de un discurso populista radical y el control de su propio partido.
Se ha difundido que John Malone, a quien los medios retratan como un financista y aliado de Trump, podría hacerse con CNN, debido a la fusión (que aun está en espera por ser aprobada) de la cadena de noticias con su empresa Discovery. El empresario ya ha anunciado que espera un cambio editorial en CNN.
Si el trumpismo consigue el control de un medio del peso de CNN, podríamos esperar un alcance del expresidente mucho mayor al que tuvo durante la transición al Gobierno de Biden, en el que fue rápidamente vetado y censurado por el establecimiento mediático. Ahora tendría una ventana permanente.
Si la mera presencia de Trump en la política estadounidense acarrea un espectáculo seguro, con el (aún hipotético) control de la principal cadena de noticias el entretenimiento estaría garantizado. Especialmente porque podría suponerse que no va a reconocer ningún resultado adverso y tendrá los próximos tres años protagonizando la oposición a un Gobierno con un mando débil y en medio de profundas dificultades.
Estrategia política
Sin embargo, para Trump, no está del todo clara la forma de cómo debe diseñar una estrategia electoralmente exitosa para el 2024.
No hay que olvidar que el exmandatario consiguió 74 millones de votos en las elecciones de 2020, 12 millones más que en las presidenciales de 2016.
Pero, por otra parte, la forma de la disputa que enarboló hizo que el Partido Demócrata lograra 16 millones de votos más que en 2016, especialmente gracias a las minorías que se vieron amenazadas por su discurso radical de derecha.
Es muy probable, además, que se enfrente no ya contra un Biden senil, sino con una mujer afrodescendiente, la actual vicepresidenta, Kamala Harris, que aunque vaya como compañera de fórmula, va a ser el pivote de la próxima campaña en la cual los demócratas deben afianzar las alianzas con las minorías en la medida que demonizan a Trump.
De esta manera, si quiere llegar al poder nuevamente, no puede cargar de la misma forma contra las minorías que han logrado un alto nivel de empoderamiento, especialmente en las elecciones, y el mayor ejemplo se dio en las presidenciales de 2020. Los latinos (a excepción de Florida) y los afrodescendientes, además de las mujeres, le dieron la espalda.
Así mismo, Trump no puede abandonar su estilo confrontacional que al final es quien lo mantiene como carismático líder de los conservadores.
Cuando el actual Gobierno parece ir perdiendo apoyo, y los republicanos han obviado la importancia de los sucesos del asalto al Capitolio, todo parece dispuesto para que Trump venga por la revancha y vaya aumentando sus probabilidades de volver al gobierno.