Petróleo, migración y democracia: la política de Donald Trump hacia Venezuela es una incógnita en su regreso al poder en Estados Unidos, cuatro años después de su fallido intento por “derrocar” a un “enemigo” declarado: Nicolás Maduro.
Trump, quien impuso una política de máxima presión contra Maduro en 2019, incluido un embargo al petróleo venezolano, asumirá el poder en medio de una crisis energética por las guerras en Ucrania y Oriente Medio, que hace más atractivo al crudo de este país caribeño.
Y aunque el magnate inmobiliario llegó a criticar a la administración de Joe Biden por comprar a Caracas, poco habló de Venezuela y los venezolanos en su campaña, solo para para referirse a ellos como migrantes “criminales”.
“No hay claridad en cómo va a ser en general su política exterior”, dijo a la AFP el internacionalista Iván Rojas. “Es posible que sea más pragmático y que busque acomodarse, como es posible que para mantener la imagen de fuerza mantenga las sanciones, incluso las redoble. Ambas posibilidades existen”.
El mandatario izquierdista expresó el lunes que cualquiera que ganara las elecciones estadounidenses tendría que “hablar, dialogar, entenderse” con su gobierno, reelegido el 28 de julio entre denuncias de fraude.
La oposición liderada por María Corina Machado, que reclama un triunfo del candidato Edmundo González Urrutia en esos comicios, felicitó a Trump y promete por su parte ser un “aliado confiable” para la Casa Blanca.
Mano dura
El triunfo de Trump fue celebrado por buena parte de la diáspora venezolana, que deposita en él la esperanza de ver caer al chavismo gobernante.
En su primer gobierno (2017-2021), Trump encabezó una ofensiva internacional contra Maduro, cuando en 2019 consiguió la reelección por primera vez en unas elecciones boicoteadas por la oposición. Impuso sanciones y dijo que “todas las opciones”, incluida la militar, estaban sobre la mesa.
Venezuela rompió relaciones con Estados Unidos y pasó a culpar a Trump de su profunda crisis.
“Podría intentar repetir su política sobre Venezuela, es decir, hacer todo lo posible por derrocar al régimen de Maduro”, indicó la politóloga Vanda Felbab-Brown, investigadora del Brookings Institution en Washington DC.
Las presidenciales de julio, que la oposición asegura que Maduro “robó”, justificarían estas acciones, según la experta: ”Si Trump intentase derrocarlo, no creo que le resulte más fácil que en su primer mandato”.
Habrá más claridad sobre el futuro de la relación Trump-Maduro cuando el magnate inmobiliario anuncie su equipo de asuntos exteriores, señala Christopher Sabatini, investigador para América Latina del centro de análisis británico Chatham House.
“Si es (el senador) Marco Rubio o sus acólitos, traerá consigo un endurecimiento de la política hacia Venezuela y Cuba: sanciones más severas y, por desgracia, una retórica más dura y poco constructiva”, indicó Sabatini, que sostiene que esta línea “favorecería una mayor influencia” en la región de China y Rusia, importantes aliados de Maduro.
Negociar
Biden hizo acercamientos con Maduro, sobre todo después de la invasión rusa a Ucrania y la crisis que generó en el sector energético, que empeoró después con la guerra en Medio Oriente.
Flexibilizó el embargo, otorgó licencias de operación a multinacionales petroleras e intercambió presos, al tiempo que presionaba sin éxito por condiciones en las elecciones venezolanas.
Otra opción para el nuevo gobierno es que, en esta misma línea, “Trump intente negociar” con el chavismo, señaló Sabatini, debido a “estas inclinaciones narcisistas de creer que puede negociar con dictadores, además de su amor por los líderes fuertes”.
El republicano ya expresó en el pasado fascinación por líderes autoritarios, como el ruso Vladimir Putin, con quien asegura acordará el fin de la guerra en Ucrania.
Una prioridad en la campaña Trump fue la migración, con la promesa de deportaciones masivas.
Entre 2021-2024, casi 764.000 venezolanos sin documentos fueron interceptados en la frontera con México, de los cuales, según el nuevo presidente, muchos son “criminales”.
Se refirió en particular al Tren de Aragua, “una de las bandas de inmigrantes más mortíferas y despiadadas”, de origen venezolano y que opera en varios países sudamericanos y recientemente en Estados Unidos.
Biden logró autorización de Venezuela para deportar a connacionales, pese a no tener relaciones. La prerrogativa terminó ante la condena de Washington por la reelección de Maduro.
Con información de AFP