La alianza Opep+, que ha estado persiguiendo la meta de alcanzar los 100 dólares estadounidenses (USD) por cada barril de crudo, parece estar ajustando sus expectativas.
Aún es incierto si estamos ante una estrategia a largo plazo o un ajuste momentáneo, pero el resultado inmediato sería una disminución en los precios del petróleo y, con ello, un posible alivio a la inflación mundial.
Durante el último encuentro del consorcio, liderado por Arabia Saudí y Rusia, se proclamó un convenio que, en teoría, prorroga las actuales políticas de recorte de producción hasta 2025.
No obstante, un análisis detallado del acuerdo revela una realidad distinta. Según lo estipulado, los estados miembros de la Opep+ podrán incrementar su oferta de barriles a partir de octubre, con significativos aumentos previstos para el próximo año.
Las proyecciones compartidas por las autoridades saudíes indican que, para diciembre, la producción de la Opep+ superará en más de 500.000 barriles diarios a la actual, y se espera un incremento de cerca de 1,8 millones de barriles para mediados de 2025.
Este incremento es tan sustancial que desafía la lógica de presentar el acuerdo como un impulso alcista. En mi opinión, un aumento en la producción usualmente conduce a precios más bajos, no al revés.
Un nuevo horizonte petrolero
Es verdad que la Opep+ ha condicionado este aumento productivo a la situación del mercado, lo que convierte al acuerdo en una mera declaración de intenciones por ahora. Sin embargo, la mera señal de que el grupo está dispuesto a aumentar la producción ya tiene un impacto psicológico en el mercado.
Este efecto se ve reforzado por el hecho de que los Emiratos Árabes Unidos han conseguido el permiso para incrementar su producción más allá de la de sus socios.
Otros países del bloque, como Irak y Kazajistán, que también desean aumentar su producción, no han corrido con la misma suerte, aunque es probable que no respeten sus cuotas asignadas.
Sumando todos estos factores, la Opep+ parece estar transitando de la aspiración de precios de tres cifras a precios de dos cifras. ¿Qué tan por debajo de los USD 100 por barril? No significativamente, a juzgar por el precio actual del crudo Brent, que se encuentra ligeramente por encima de los USD 80 por barril, y es probable que se mantenga en ese rango por el momento.
Considero que abandonar la meta de los tres dígitos no es un error. Como he sostenido anteriormente, incrementar la producción ahora puede ser beneficioso a largo plazo, a pesar del dolor inmediato que pueda causar.
Primero, la Opep+ no enfrenta un desplome de los precios, sino una reducción controlada.
Segundo, precios moderadamente más bajos podrían favorecer a la organización a largo plazo, al mitigar la inflación global y, por ende, propiciar tasas de interés más bajas y un crecimiento económico más robusto en los países emergentes, además de eliminar el subsidio implícito que la Opep+ estaba otorgando a sus competidores del esquisto estadounidense.
No obstante, este cambio de dirección ocurre en un momento complicado para Arabia Saudí. Más allá de los exitosos eventos deportivos, los lujosos palacios y las ciudades futuristas, se percibe una creciente preocupación por las finanzas del reino.
En medio de las negociaciones para aumentar la producción petrolera, el reino se encontraba en plena recaudación de fondos para financiar sus ambiciosos proyectos de gasto.
Estrategias financieras en tiempos de cambio
El domingo, Riad inició la venta de una segunda parte de la petrolera estatal Saudi Aramco, con la meta de obtener USD 11.500 millones: una cifra que, según mis análisis, requerirá un considerable interés de inversores locales y regionales.
Esta venta de acciones sigue a una oferta pública inicial que, hace cinco años, recaudó cerca de USD 30.000 millones. Y apenas unos días antes, Riad concluyó su más reciente emisión de deuda soberana en divisas, acumulando USD 17.000 millones en lo que va de 2024, superando a cualquier otra economía emergente.
Mientras tanto, el gasto del reino parece no conocer límites.
Bajo la batuta del Príncipe Heredero Mohammed bin Salman, quien tiene a su cargo la gestión diaria del país, Arabia Saudí está invirtiendo miles de millones en proyectos cuyo retorno es incierto, como Neom, un ambicioso plan de USD 1,5 billones en el desierto que contempla una ciudad de 110 millas (177 kilómetros) de largo, libre de automóviles y calles.
El reino también está apostando fuerte por los deportes globales, adquiriendo torneos de golf y contratando estrellas de fútbol internacionales para mejorar su imagen.
A pesar de estos esfuerzos, Arabia Saudí necesita que el precio promedio del petróleo sea superior a los USD 96 por barril este año para equilibrar su presupuesto gubernamental, en contraste con el promedio de USD 80 entre 2000 y 2020, según datos del Fondo Monetario Internacional.
Hasta ahora, el crudo Brent ha tenido un precio promedio de USD 83,50 este año. Es cierto que Riad puede adaptarse a ingresos menores: puede incurrir en déficits fiscales, endeudarse o vender activos para cubrir el déficit; también podría reducir gastos o incrementar impuestos. El reino ya ha recurrido a estas medidas.
Sin embargo, el Príncipe Mohammed está gastando en exceso.
Con excepción de 2022, cuando la invasión rusa de Ucrania disparó los precios del petróleo por encima de los USD 100 por barril, el reino ha registrado déficits fiscales cada año durante la última década. Para 2024, se proyecta que el déficit alcance el 2,8% del PIB; y si las tendencias actuales persisten, Riad enfrentará déficits anuales hasta al menos 2029.
Por el momento, Arabia Saudí ha podido financiar sus déficits sin mayores dificultades a través de la emisión de deuda soberana, la gestión de sus reservas de petrodólares y la privatización de empresas, especialmente Saudi Aramco.
Con una relación deuda-PIB por debajo del 30%, el Príncipe Mohammed goza de un amplio margen para incrementar la deuda. Riad ya experimentó con relaciones deuda-PIB superiores al 100% en la década de 1990, cuando se vio obligado a endeudarse significativamente durante el periodo de precios bajos del petróleo en 1998-1999.
El Príncipe Mohammed enfrenta otro desafío: el rápido crecimiento poblacional, impulsado tanto por una alta tasa de natalidad como por la inmigración desde Yemen, devastada por la guerra.
Desafíos demográficos y económicos
La población de Arabia Saudí ha alcanzado los 34 millones este año, casi el doble de los 18 millones de 2000. Esto sitúa al reino en una posición de menor riqueza per cápita en comparación con sus vecinos más acaudalados: el PIB per cápita fue de poco más de USD 30.000 en 2023, muy por debajo de los USD 55.000 de los Emiratos Árabes Unidos y los USD 80.000 de Catar.
A menos que se produzca un cambio en el mercado petrolero, sostener déficits fiscales indefinidamente será cada vez más complicado. Riad tampoco puede contar con privatizar partes de Aramco cada cierto tiempo para generar liquidez; eventualmente, tales ventas podrían afectar los ingresos gubernamentales provenientes de la industria petrolera.
El dilema más grande para el reino es que el mercado petrolero no muestra señales de cambio inminente.
Al mantener artificialmente altos los precios del petróleo, Riad ha estado subsidiando a productores con costos más elevados, como los de la industria del esquisto en Estados Unidos.
Renunciar a cuota de mercado es una estrategia viable si se logran precios más altos a cambio, pero hasta ahora, Arabia Saudí parece estar obteniendo lo peor de ambos mundos: producción reducida y precios relativamente bajos.
Con información de Bloomberg Línea.