El mandatario ruso, Vladimir Putin, lanzó una ofensiva para tomar el control absoluto del grupo privado de mercenarios Wagner, que opera en Oriente Medio y África con el apoyo del Kremlin, después de la fallida rebelión de su jefe, Yevgeny Prigozhin, que se ha refugiado en Bielorrusia, según reportó el periódico The Wall Street Journal.
El diario estadounidense indicó que tras sofocar la rebelión de los mercenarios, Putin inició una ofensiva diplomática por Siria, la República Centroafricana, Mali y otros países donde actúan, para garantizar a sus autoridades que el Grupo Wagner seguirá funcionando en ellos, pero ya no lo hará de forma autónoma sino gestionado por el Kremlin.
Para ello, el viceministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergei Vershinin, viajó a Damasco para entregar personalmente un mensaje en ese sentido al presidente sirio, Bashar al Assad, otros altos funcionarios de su ministerio llamaron al presidente de la República Centroafricana, Faustin Archange Touadéra, que paga por tener mercenarios de Wagner en su guardia personal, y también se mandó una misión del Ministerio ruso de Situaciones de Emergencia a Malí.
Moscú dio un plazo hasta el próximo sábado a los hombres de Wagner que participaron en la rebelión para firmar contratos con el Ministerio de Defensa o desmovilizarse, pero Prigozhin, que no ha aclarado si pretende mantener el control de las operaciones de los mercenarios desde su exilio en Bielorrusia, ha dicho en varias ocasiones que sus hombres rechazarán los contratos.
Durante años, el Kremlin negó su evidente relación con Wagner, grupo que se estima que emplea a más de 30.000 combatientes, y con el que Moscú ha logrado acumular gran influencia internacional, sobre todo en África, y recaudar ingresos.
No obstante, Putin admitió el martes que el grupo había sido financiado por el Estado ruso durante al menos un año, según el diario.
Wagner genera cientos de millones de dólares al año en África, una fuente vital de financiación para mantener tanto la influencia de Rusia en el continente como para financiar la cruenta invasión rusa a Ucrania, según funcionarios occidentales citados por The Wall Street Journal.