La guerra en Ucrania ha provocado un cambio en el mercado mundial del petróleo. Rusia, el segundo mayor productor de crudo del mundo, ha visto cómo sus clientes tradicionales de Europa y Estados Unidos le daban la espalda por las sanciones económicas impuestas por Occidente.
Sin embargo, ha encontrado nuevos aliados en Asia, especialmente en China e India, que han aprovechado los bajos precios del petróleo ruso para aumentar sus importaciones, reseña Bloomberg Línea.
Según datos de la empresa de inteligencia Kpler, ambos países compraron más del 30% de sus importaciones combinadas de petróleo de Rusia, Irán y Venezuela en abril. Estos tres últimos están sujetos a sanciones o restricciones por parte de Estados Unidos y sus aliados. En febrero de 2022, el mes en que Rusia comenzó su invasión a Ucrania, la cifra era solo del 12%.
El declive de los proveedores tradicionales
Mientras tanto, las exportaciones de los proveedores habituales de Asia se han desplomado. Los flujos procedentes de África Occidental y Estados Unidos se han reducido más de un 40% y un 35%, respectivamente.
“Está claro que los compradores asiáticos son los que salen ganando aquí por los bajos costes del petróleo“, afirmó Wang Nengquan, antiguo economista de Sinochem Energy Co. que lleva más de tres décadas trabajando en la industria petrolera.
Según Wang, Asia se ha convertido en el mayor socio comercial de Rusia en los últimos meses, lo que ha permitido a Moscú recuperar el nivel normal de sus exportaciones de petróleo.
La demanda crece en India y China
La reorganización de los flujos refleja la dinámica del mercado de materias primas más importante del mundo, cuya demanda global ronda los 100 millones de barriles diarios, con un crecimiento liderado por India y China.
Tras la invasión rusa, los países occidentales prohibieron la entrada de crudo y productos de Rusia en sus mercados e impusieron un mecanismo de precios máximos. El complejo marco, defendido por la Secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, se diseñó como una forma de frenar los ingresos del Kremlin, al tiempo que se mantenían abastecidos los mercados mundiales.
“Dentro de Asia, casi el 90% de las exportaciones rusas se dirigen ahora a estos dos países“, escribieron Andreas Economou, Bassam Fattouh y Ahmed Mehdi en un informe de investigación para The Oxford Institute For Energy Studies, en referencia a India y China.
El poder de las refinerías asiáticas
Los autores del informe señalan que Rusia ha logrado reorientar los flujos de petróleo, pero ha perdido la mayor parte de su antigua base de clientes. Además, el destino de sus exportaciones depende ahora en gran medida de unos pocos países, principalmente China e India, lo que otorga a sus refinerías un “enorme poder de mercado”.
India es el país que más ha incrementado su demanda por el crudo ruso, mientras que China también ha adquirido más barriles rusos y ha mantenido sus compras de petróleo iraní y venezolano, que llegan con fuertes descuentos. Estados Unidos lleva mucho tiempo imponiendo sanciones al crudo de ambas naciones.
El impacto en los ingresos rusos
Los datos de la Agencia Internacional de la Energía —organismo con sede en París que asesora a las principales economías— han demostrado que las sanciones a Rusia funcionan según lo previsto, ya que en marzo las exportaciones rusas de petróleo alcanzaron su nivel más alto desde inicios de 2020, aunque los ingresos se redujeron casi a la mitad respecto al año anterior.
El Tesoro de Estados Unidos también declaró este mes que la limitación de precios había mantenido el movimiento de barriles al tiempo que reducía la financiación del Kremlin.
“La política de precios máximos es una novedosa herramienta de política económica“, afirmó en un informe el Tesoro, dirigido por Yellen. “Esta restricción ha funcionado para limitar la capacidad de Rusia de sacar provecho de su guerra al tiempo que promueve la estabilidad en los mercados energéticos mundiales”.
El auge de la flota oscura
La necesidad de Moscú de mantener su petróleo en movimiento hacia los mercados de Asia, así como las restricciones preexistentes a los cargamentos procedentes de Irán y Venezuela, ha llevado a un mayor uso de la llamada flota oscura de petroleros.
La mayoría de estos buques operan al margen de la supervisión occidental y son viejos, lo que plantea problemas de seguridad.