Tras más de dos años bajo la norma de llevar mascarillas de manera obligatoria, algunas personas no se sienten cómodas a la hora de quitársela y mostrar su rostro.
“Hemos visto que en algunas personas el quitarse la mascarilla les produce cierta ansiedad y nerviosismo” explica a la Voz de América desde Valencia, España, la psicóloga Laura Fuster.
Fuster diferencia dos tipos de miedo asociados al quitarse la mascarilla: La ansiedad por el temor al contagio y la provocada por no querer mostrar el rostro completo, relacionada con inseguridades y, de manera general, asociada a los adolescentes.
¿Quién puede sufrirlo?
Si bien los adultos pueden padecer esos síntomas, Fuster indica que es más común que los sufran los adolescentes, quienes se encuentran en una etapa “de muchos cambios” y en la que “tiene mucha influencia el grupo de iguales”.
“Queremos sentirnos incluidos en ese grupo, y todo eso hace que en los adolescentes se de mucha más importancia (…). La cara de un adulto no cambia tanto como la de una persona de 12 a 14 años. Suelen llevar ortodoncia, aparece el acné… Entonces la mascarilla les ha dado cierta seguridad”, explica la experta.
Señala además que, en algunos casos, puede producirse hasta “evitación”, es decir, “que no se la quieran quitar y que pongan cualquier excusa para no quitársela”.
¿Qué piensan los ciudadanos?
“En lugares donde no conozco a las personas y son muy cerrados sí siento la necesidad de colocarme la mascarilla”, dice la joven venezolana Paola Muziotti. “Es como ansiedad de que si alguien estornuda, tose o algo por el estilo, prefiero prevenir, porque vivo con personas mayores que pueden resultar afectadas por eso”, detalla.
Paola Pérez, también desde el país caribeño, siente que está recuperada.
“Creo que superé ese miedo de ver a personas sin tapabocas, creo que ya lo he normalizado bastante, porque he salido mucho últimamente a lugares donde hay muchas personas, como discotecas o bares, entonces ese tipo de cosas no me molestan”, explica.
¿Qué otros síntomas se asocian a la pandemia?
Fuster destaca que a raíz del avance virus se intensificaron otros trastornos, como la hipocondría, que hace referencia al miedo de caer enfermo, o la ansiedad.
“Ha habido tantos cambios que al final eso produce mucha ansiedad y no sabes exactamente lo que va a pasar mañana”, resalta.
Por otra parte, explica que a causa del miedo a contagiarse y por el propio hecho de tener que salir de casa, también se han visto un aumento de casos de agorafobia, es decir, de sensación de angustia o ansiedad ante espacios abiertos y extensos.
Desde Caracas, la psicóloga clínico y social e investigadora de la Universidad Central de Venezuela, Yorelis Acosta, señala que en Venezuela aún no ha levantado la imposición del tapabocas y que el “síndrome de la cara vacía” no es común por el momento.
Igual que en España, también se han exacerbado trastornos o pensamientos irracionales como la agorafobia, asociada con el terror a diferentes factores como “las multitudes, al contagio, a los microbios, y a la suciedad”: “Eso lleva a un mayor encierro, estamos en esa etapa”, subraya Acosta.
Pero no todas las consecuencias de la pandemia son negativas, explica Fuster, quien señala uno de los cambios positivos más destacados en la mentalidad de las personas.
“Vivimos más el presente; no planificamos tanto. sSi hay alguna lección que nos ha enseñado (el covid-19) es que de repente pasa algo que cambia todos los planes, te tienes que adaptar y no estar tan pendientes del futuro”, dice.
¿Qué aconsejan los expertos?
A raíz del “síndrome de la cara vacía” y del aumento de trastornos psicológicos asociados con la pandemia, los expertos aconsejan lo siguiente:
- Validar las emociones.
- Identificar el contenido de pensamientos negativos o pensamientos irracionales, como la agorafobia, y dirigirse a ellos, por ejemplo, mediante la escritura: “Que contrapongan aquellos elementos de racionalidad que van apareciendo”, como por ejemplo “todos están vacunados, los números están bajando, ya puedo ir saliendo…”.
- Quitarse la mascarilla de manera progresiva.
- Salir de casa con alguien de confianza y asistir primero a espacios más reducidos.
- Hacer ejercicio físicos.
Sin embargo, los profesionales señalan que se debe pedir ayuda a un experto cuando la ansiedad “esté limitando ciertas áreas de la vida” de quienes la padecen. Por ejemplo, en el caso de los adolescentes “cuando no quieran ir al instituto, o afecte al rendimiento escolar, al sueño o la alimentación”, concluye Fuster.
Con información de VOA.